✍️ Eugenio Hernández Sasso
Los políticos mexicanos son una verdadera belleza, por un lado, dicen a los electores que el nepotismo y la reelección son un cáncer que tiene infectado a México y, por el otro, se oponen a su abolición y postergan la práctica de estas malas mañas hasta el 2030.
Este padecimiento que ha hecho metástasis en el cuerpo social del país ya es insoportable. Existen familias de caciques que han gobernado municipios y estados por décadas, e, inclusive, se han enquistado en la Federación.
Es decir, no solamente el viejo PRI se mantuvo en el poder por 90 años consecutivos, sino también quienes han heredado, como verdaderos dictadores, el poder a sus cónyuges, hijos e hijas, o familiares cercanos en diferentes zonas de México.
Cuando la presidenta Claudia Sheinbaum “intentó” cambiar las cosas y envió una iniciativa a la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, se topó, precisamente, con la representación de esos grupos de poder y familiares que se opusieron a realizar la cirugía a partir del 2027.
Es decir, nadie quiere perder sus privilegios. Buscan continuidad dentro de los gobiernos municipales, estatales y el federal. Eso está más claro que el agua del río Grijalva.
Por ejemplo, algunos de los afectados con esta disposición serían la senadora Ruth González, esposa de Ricardo Gallardo, actual gobernador del estado de San Luis Potosí; también Félix Salgado Macedonio, quien no pudo ser gobernador, pero impuso a su hija y ahora quiere que su retoño le transfiera el poder.
Asimismo, Saúl Monreal, hermano del diputado federal Ricardo y de David, actual mandatario de Zacatecas, pretende heredar la silla gubernamental en aquella entidad.
En Veracruz se ha reportado una lista de por lo menos 20 casos de nepotismo, en donde prácticamente se han testamentado el poder esposas, hijos, hermanos, primos, cuñadas y hasta nueras de una sola familia en diferentes municipios de la entidad.
Ahí las tiranías están selladas por los apellidos Guzmán Avilés, Cervantes Nieto, Lagunes, Hernández Candanedo, Soto Valdivia, Ángeles Aguirre, y, por supuesto, la familia Yunes, que no solo se han apoderado del puerto sino también intentaron hacerlo con el estado completo en la administración anterior. Obviamente hay más apellidos oligarcas, pero este es solo un ejemplo.
En Chiapas ya mejor ni hablar. Existe una gran cantidad de municipios donde caciques se han transferido las alcaldías y han generado violencia entre grupos, porque se niegan a soltar la estafeta a generaciones distintas a las de su familia.
Así están las cosas en las 32 entidades del país, solo bastaría echarse un clavado en el mar de información que circula por la Internet, para encontrarse con los nombres de “familias ilustres” que no han soltado la ubre gubernamental por muchos años.
Lo peor del caso es que ahora todos esos linajes de caciques trasnochados están en las filas de Morena y, como seguramente ayudaron a llegar al poder al expresidente encubierto con la figura de Claudia Sheinbaum para allanarle el camino a su hijo Andy, al darse cuenta de la trascendencia de la propuesta, optaron mejor por cancelarla para el 2027 y postergarla para el 2030.
Quizá más adelante se les ocurrirá alguna nueva fórmula para no perder privilegios y eternizarse en el poder.
Sassón
Morena lleva el mismo camino del PRD. Su futuro es incierto. Las tribus formadas destruyen su fortaleza desde el interior del partido. Los fundadores han sido relegados y quienes mandan son los advenedizos. El poder es ejercido por aquellos que solamente conocen la gloria, pero no la historia de la lucha que tuvo que afrontar el movimiento de transformación. Este es un tema digno de analizar en próxima entrega.