✍️ Eugenio Hernández Sasso
Andrés Manuel López Beltrán (Andy) no encuentra como justificar su derrota y la de su partido, en la jornada electoral judicial y la de alcaldías y congresos locales en Veracruz y Durango el pasado 1 de junio.
Es tal la frustración del secretario de Organización del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, que a pesar de ser llamado cariñosamente Andy desde que nació, ahora se quiere borrar el nombre asociado con su fracaso y pretende usar, como legado, el de su padre.
La mejor sugerencia es que no reniegue de su apodo, porque precisamente el rechazo de la población a Morena y la apatía registrada en la elección de juzgadores, se debe a todos los errores del sexenio pasado.
Andy sufre en este momento una severa crisis de identidad y es necesaria la asistencia de un psicoterapeuta que lo ayude a encontrar los factores que fomentan sus sentimientos de inseguridad y vacío.
Después del 1 de junio el líder de Morena demuestra demasiada sensibilidad y puede ser influenciado por otras personas, por eso es necesario que valore su autoestima y no renuncie al apodo con el que lo conoce todo México.
López Beltrán debe tratarse, profesionalmente, la crisis de identidad que enfrenta para comprender y optimizar los rasgos de su personalidad, mejorar sus aptitudes, adaptarse a objetivos vitales a su individualidad y capacidades reales, de tal forma que acepte sus características físicas y psicológicas.
Todo lo anterior le permitirá entender las causas de la crisis para prevenir que le vuelva a ocurrir. Es decir, si no acepta su rotundo fracaso, será imposible que visualice y analice los motivos, corrija y supere el problema.
En ese fracaso celebrado como triunfo también tiene que ver la incapacidad del “cachorro” para operar, aún con toda la fuerza del estado y el poder del dinero.
Es inadmisible que ni siquiera los casi 24 millones de personas derechohabientes y beneficiarias de ocho programas del Bienestar, quienes recibieron 100 mil 664 millones de pesos en el primer bimestre del presente año, hayan ido a las urnas a desquitar el dinero que les regala el gobierno.
Así como Andy hay muchos en las filas del partido Morena. Existe una gran cantidad de políticos dentro de ese instituto político que si se proponen como candidatos en 2027 no van a tener la capacidad de operar, ni de sumar simpatías que se traduzcan en votos.
Hay quienes, en el pasado, se la creyeron que lograron algunos triunfos porque eran unas verdaderas chuchas cuereras en materia electoral, pero la verdad es que siempre fueron remolcados por el efecto AMLO, eso lo reconoce cualquier crítico u opositor, menos las rémoras morenistas.
En Tabasco, por ejemplo, se tiene que reconocer que Javier May ganó la gubernatura el 2 de junio de 2024 con el 80 por ciento de los votos, ganados a pulso porque en esa ocasión el ex presidente de México ya no estuvo en la boleta.
Lo mismo pasó en Chiapas con Eduardo Ramírez Aguilar, quien también obtuvo un porcentaje similar que se tradujo en más de un millón 800 mil votos.
Ambos políticos del Sureste de la república se convirtieron, automáticamente, en los más votados de la historia en sus respectivos estados, por méritos propios.
Los demás solo fueron oportunistas remolcados por aquel que salió de la presidencia con una aprobación del 80 por ciento, pero que en las imágenes del día 1 de junio se observa en las urnas que nadie se le acercó a rendirle pleitesía mientras votaba.
Sassón
En las elecciones de Durango y Veracruz el PRI demostró que aún respira. Se prepara para dar la batalla en Coahuila el próximo 7 de junio de 2026 y, posteriormente, en las intermedias del 2027. Si Morena continúa con el desorden emocional que hasta ahora exhibe el más importante de sus dirigentes, el desplome continuará en ascenso.