✍️ Juan Carlos Cal y Mayor
Me caía bien la presidenta, pero ya me está cayendo mal. Molesta que crea que somos tontos aunque la feligresía le aplauda todo lo que dice aunque tampoco le crea. Mire que se atrevió a decir que el seguro popular, ese que arrancó Calderón y al que dio continuidad Enrique Peña Nieto, no funcionaba. O está mal informada, o miente deliberadamente. Siguen hablando de que hubo corrupción, pero no hay responsables hasta la fecha. Lo mismito que pasó con el aeropuerto de Texcoco. El INSABI fracasó y la megafarmacia también, pero ahí tampoco hubo responsables.
La promesa de un sistema de salud como el de Dinamarca, lanzada con altanería desde el púlpito presidencial, se ha convertido en uno de los mayores fracasos de la autodenominada Cuarta Transformación. En lugar de mejorar lo existente, lo destruyeron sin tener un modelo viable de sustitución. Y los datos están a la vista: México retrocedió más de una década en cobertura, atención especializada y protección financiera en salud.
EL SEGURO POPULAR: LOGROS COMPROBABLES
El Seguro Popular, creado en 2003, logró en poco más de una década extender la cobertura médica a más de 53 millones de personas, especialmente población sin seguridad social. Lejos de ser un programa clientelar, como lo estigmatizó el gobierno actual, su impacto fue medido y validado por organismos nacionales e internacionales. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), entre 2000 y 2018, el gasto de bolsillo de las familias en salud disminuyó significativamente. La mortalidad infantil se redujo en un 50% en el mismo periodo. Se brindaba cobertura a enfermedades catastróficas como cáncer, VIH/SIDA o padecimientos cardíacos. Y lo más importante: funcionaba como un sistema de protección financiera ante emergencias médicas que, en otros países, llevan a la bancarrota a los más pobres.
UNA CANCELACIÓN IDEOLÓGICA, NO TÉCNICA
La cancelación del Seguro Popular en 2019 fue una decisión ideológica, no técnica. El argumento fue que era un “sistema corrupto” sin pruebas sólidas que sustentaran su desaparición total. A cambio, se propuso primero el INSABI, que fracasó tan rotundamente que desapareció sin hacer ruido. Luego llegó el IMSS Bienestar, promovido como la solución definitiva.
RESULTADOS ALARMANTES Y RETROCESO EN SALUD
Pero los resultados son alarmantes: los gastos catastróficos en salud aumentaron del 2.4% al 4.4% del total de hogares entre 2018 y 2020 (Fuente: Think Global Health). El acceso a servicios especializados cayó en picada: 80% menos atenciones por infarto agudo al miocardio, una de las principales causas de muerte en el país (Fuente: Coneval). El porcentaje de personas que no pueden acceder a servicios de salud pasó de 16.2% en 2018 a 39.1% en 2022.
IMSS BIENESTAR: PROMESAS INCUMPLIDAS
Aunque el nuevo modelo se vende como una forma de garantizar “gratuidad universal”, en la práctica no ha cumplido sus objetivos. Las condiciones reales en hospitales y centros de salud son mucho más precarias que antes. Los tiempos de espera promedio en urgencias pasaron de 33 a 56 minutos, comparado con el IMSS tradicional. La inversión en salud sigue siendo apenas del 2.7% del PIB, cuando la media de los países OCDE es de 6%. Faltan médicos, camas, medicamentos y equipos, sobre todo en zonas rurales.
UNA TRANSFORMACIÓN QUE DESTRUYÓ LO QUE FUNCIONABA
El sistema de salud mexicano no era perfecto, pero funcionaba con una lógica de expansión y cobertura creciente. La 4T destruyó ese andamiaje con el mismo patrón que ha aplicado a otras instituciones: centralización, opacidad, dogmatismo ideológico y desprecio por la evidencia técnica.
LOS ENFERMOS PAGAN EL COSTO
No basta con proclamar derechos si no se garantizan en la práctica. Lo que antes era imperfecto, ahora es inexistente. La gratuidad prometida se volvió una farsa para millones que deben pagar consultas privadas, que buscan recetas con médicos de las farmacias particulares, tienen que comprar los medicamentos de su bolsillo o, simplemente, resignarse a no ser atendidos.
Y mientras tanto, desde el poder se insiste en que vamos camino a un sistema escandinavo. Lástima que lo único nórdico que le queda a la promesa sea el frío que sienten los enfermos abandonados en los pasillos de un sistema que ya no está ni para emergencias.
LAM, DESLINDE CON RUMBO
En días recientes, el senador Luis Armando Melgar sorprendió con una crítica frontal al obradorismo, desmarcándose no solo del estilo de gobierno de la 4T, sino de la narrativa oficialista que aún domina el discurso público. Le molestó que la maquinaria cuatrera de bots criticara sus vacaciones en Londres. Su postura, más que un exabrupto, parece una toma de posición estratégica de cara al reacomodo político en Chiapas. Lo interesante no es el tono, sino el momento y el mensaje implícito: el deslinde no es solo personal, sino de un grupo que apuesta por marcar distancia frente a la doble moral y los excesos del régimen.
Con un pie en el empresariado y otro en la política, Melgar no es precisamente un opositor tradicional, pero tampoco un morenista orgánico. Él, sí que es empresario, puede viajar a donde le plazca y no un parásito cuatrero y turista de ocasión. Su cercanía con Eduardo Ramírez, quien también enfrentó resistencias internas para su postulación, sugiere una reconfiguración del mapa local, donde la crítica no busca confrontación estéril, sino diferenciación con futuro. En ese contexto, su frase “no somos iguales” resuena como una advertencia para quienes creen que la fidelidad al movimiento basta para blindarse del juicio social y político que se avecina. Como decía Doña Florinda: “No te juntes con esa chusma”.