✍️ Eugenio Hernández Sasso
Apenas han pasado ocho meses y medio de la actual administración federal y, tanto con dichos como con hechos, se han empezado a derrumbar las mentiras del expresidente Andrés Manuel López Obrador en materia de seguridad, combate al huachicol y contratación de deuda pública.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha actuado con mucha prudencia. Ha sido demasiado generosa con uno de los peores presidentes que ha tenido México: El Peje tabasqueño que creyó que con mentir podría ocultar la traición y el robo al pueblo para siempre.
«Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni nada secreto que no haya de salir a luz”, establecen las sagradas escrituras. Afortunadamente estas normas divinas, las crean o no, se cumplen.
El 3 de julio, en Morelia, Michoacán, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, ícono de la izquierda en México, advirtió que la democracia en el país enfrenta dos obstáculos: la insuficiencia de recursos del Estado y la crisis de violencia que azota en todo el territorio nacional.
Obviamente, el hijo del ex presidente Lázaro Cárdenas sabe que en los hospitales las condiciones de infraestructura son cada vez peores y no hay ni siquiera paracetamol para suministrarle a los pacientes.
Lo mismo sucede en materia de educación, seguridad social, fomento al desarrollo, energía, infraestructura, agricultura, industrialización, cultura y turismo.
No hay crecimiento en nada porque si ya de por sí las malas administraciones del PRI y el PAN habían causado estragos en la economía, en el sexenio de López Obrador sus antecesores figuraron como niños de pecho.
El punto es que durante seis años el pueblo de México escucho que todo se hizo sin pedir dinero prestado, pero en los primeros meses de su gobierno Claudia Sheinbaum ya no pudo sostener la mentira de aquel que se fue a La Chigada.
En su mañanera del jueves pasado la jefa del Ejecutivo federal admitió que en 2024 hubo n déficit fiscal, el cual se traduce a deuda pública y ¿saben por qué? Porque Andrés Manuel gastó más de lo que recaudó.
Todo esto porque, según la presidenta Sheinbaum, López Obrador quería terminar sus “emblemáticas” obras del Tren Maya y la Refinería Olmeca, dos monumentos a la corrupción y a la ineficacia.
Recordemos que en la construcción de las vías del Tren Maya salieron a relucir los presuntos negocios del clan Andy y Boby López Beltrán, quienes a través de primos y amigos recibieron contratos millonarios.
Tanto ese proyecto, en el que se anunció inicialmente una inversión de 120 mil millones de pesos que a la postré se convirtieron en 500 mil millones, como el de la Refinería Olmeca que al principio se dijo costaría 8 mil millones de dólares y actualmente supera los 20 mil 950 millones de dólares, hasta este momento son un rotundo fracaso.
¿Cuál era entonces la urgencia de López Obrador de pedir dinero prestado para terminar esos monumentos a la “gansada”, los cuales superaron sus costos en miles de millones de pesos que desfondaron las arcas del país?
El caso es que ahora, con cierta timidez, la presidenta Sheinbaum reconoció: “qué quiere decir el déficit?, que hay un poquito más de deuda, hay más gasto que recaudación. Entonces, ese déficit se cubre con deuda. Entonces, solo fue para 2024”.
En materia de seguridad hemos visto como ahora, con la presión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se han desmantelado laboratorios, capturado muchos criminales y deportado a una buena cuerda.
Asimismo, se han decomisado millones de litros de combustible extraídos ilegalmente de los ductos, o sea, huachicol.
Con esas acciones ha quedado demostrado que las monsergas mañaneras del pasado son insostenibles en el presente.
Sassón
Por cierto, Octavio Romero Oropeza, ex director general de Pemex, también tabasqueño, nunca se dio cuenta de todo el combustible que le “robaban” a la empresa a su cargo, pero ahí sigue en el gabinete. No sea que ahora le roben a los trabajadores sus derechos a una vivienda o a su fondo de retiro y tampoco se dé cuenta.