✍️ Eugenio Hernández Sasso
En la época en que se pregona el humanismo como un principio de gobierno, no falta quien provoque una fisura a la construcción del nuevo modelo de salud, similar al de Dinamarca, y derrumbe el discurso que con tanto esfuerzo busca cimentar el régimen de Morena.
Como siempre, Tabasco ha dado la nota para mal. En días pasados se viralizó un video en el que un grupo de personas reclamaban la aplicación de hemodiálisis en el hospital Dr. Juan Graham Casasús de la ciudad de Villahermosa.
Es preciso explicar que esta es una clínica de tercer nivel con casi 90 años de existencia, la cual, en su momento, atendió a mucha gente del Sureste de la república mexicana y, en ocasiones, hasta de Centroamérica.
Sin embargo, después de haber sido un verdadero referente por la calidad de su desempeño, ahora se ha convertido en prácticamente un hospital de la muerte. Al menos así lo dejó entrever “alguien” que en el mencionado video pide a los “impacientes” pacientes que no exijan atención.
“Aquí van a tener un lugar cuando otro fallezca, grabénselo, así que no exijan lugares, necesita haber más máquinas y más personal”, revela amenazante una voz de mujer a quienes desesperadamente se aferran a la vida mediante el tratamiento que filtra la sangre para eliminar desechos y agua, función que sus deteriorados riñones no pueden hacer.
Este desafortunado comentario de la trabajadora social, enfermera o doctora del hospital regional Dr. Juan Graham Casasús reveló la realidad de lo que viven quienes tienen la necesidad de acudir a la atención pública en Tabasco.
Para nadie es un secreto que, a pesar de contar con los mejores equipos, ese nosocomio no tiene medicamentos ni insumos para atender a los enfermos como en realidad debiera ser.
Antes de este video ya había circulado otro en el que se exhibe la inoperatividad de los elevadores por falta de mantenimiento, en un lugar donde un segundo puede representar la diferencia entre vivir o morir.
Además, mucha gente se queja del maltrato que reciben de parte del personal.
Por ejemplo, entre los testimonios que el autor de esta columna ha recabado, está el de un hombre con enfermedad degenerativa, quien tiene que caminar varios kilómetros para llegar a surtir una receta y, recurrentemente, se encuentra con que no hay las medicinas.
La recomendación de los farmacéuticos del hospital de la muerte es que los compre con su “Pensión para el bienestar”. Ahí no cuentan ni siquiera con un número telefónico para preguntar a distancia y no ir en balde hasta el hospital.
Asimismo, en los tiempos en que la tecnología es un cambio de paradigma que evoluciona la forma en que operamos y comprendemos el mundo, la burocracia y altanería de los servidores del pueblo es pan de todos los días.
Los pacientes tienen que acudir y hacer fila con una doctora, quien nunca está en su lugar para que les actualicen la receta, y si por alguna razón perdieron una cita con el médico especialista, a la segunda les cancelan toda posibilidad de surtirles los fármacos.
Así hay cientos de quejas y casos que la gente tiene que soportar porque no les queda de otra, pues la necesidad obliga.
En fin, el caso es que esa “sutileza” con la cual trató esa persona a los enfermos de insuficiencia renal se observa en toda plantilla laboral, excepto algunos médicos. Ahí beberían tomarse severas medidas correctivas por parte de la Secretaría de Salud del gobierno del estado.
Sassón
¿Será que así tratan a los daneses en su país cuando van al sistema público de salud? Lo más sano sería que sometieran a todo el personal del hospital Dr. Juan Graham Casasús a un diagnóstico de trastorno psiquiátrico. Es urgente.