René Alberto López
Si cerebros brillantes en el tema del Poder Judicial no logran ponerse de acuerdo con la dichosa reforma para pasar por las urnas a ministros, magistrados y jueces, imagínese el lector cómo estará de perdido el pueblo que ignora de fondo estos asuntos que tienen que ver con la Constitución y la independencia de uno de los poderes en México.
Aquí lo delicado sería que desapareciera, borraran a uno de los contrapesos de la república, que deben existir en regímenes que se precien de democráticos. Precisamente esos poderes que los maestros nos hacían repetir hasta el hastío en la primaria: “nuestra república se compone con el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial”.
Hoy las partes en conflicto alegan ambos tener la razón en el debate, y con argumentos académicos, solo para estudiosos de las leyes, tratan de llevar agua para su molino.
Se habla de que el pueblo elegirá ahora a los jueces, a magistrados y ministros, esto así a la ligera, a primera vista, pareciera una medida de suprema democracia. Pero la pregunta de juan pueblo es: ¿quien o quienes tendrán el poder para aprobar a los elegibles?, ¿quiénes manejarán la lista de los candidatos? Ahí está el detalle.
Y es que cuando el INE hizo pública la comisión para organizar elecciones de jueces, magistrados y ministros, integrada por los consejeros Jorge Montaño Ventura, Rita Bell López Vences y Norma Irena de la Cruz Magaña, ahí, dirían en el pueblo “la tunca torció el rabo”.
Esa tripleta será la encargada de diseñar la ruta para organizar el proceso electoral, además de determinar los lineamientos legales, pero resulta que ahí ya se ve mano negra a favor del partido en el poder, o mejor dicho todo en bandeja para que el poder Legislativo y Ejecutivo, y no el pueblo, influyan en la designación de los candidatos.
Y es que toda la clase política de Tabasco y hasta sus confines saben que Montaño Ventura es un peón de Adán Augusto López, coordinador de los senadores de Morena, precisamente el político tabaqueño es quien lo impulsa para que llegue al INE, y, los opositores ni la vieron pasar en su momento. Con este caso, se mutila de tajo todo intento democrático. Ahí asoma el repugnante rostro de la trampa, la mañosidad, la marrullería del régimen.
Mientras estas prácticas cochambrosas no cambien de fondo en los sistemas partidistas, México seguirá en el lodazal político. Ahí se las dejo.